La ansiedad es una experiencia común en todo tipo de personas, pero en aquellas con autismo las causas, las manifestaciones y por tanto tratamiento pueden diferir de lo convencional. En este artículo exploramos nuestras observaciones sobre las diferencias en la ansiedad experimentada por personas con autismo y qué métodos parecen funcionar mejor.
IMPORTANTE: la ansiedad en el autismo puede llegar a ser una carga muy grande que desencadene problemas muy graves y siempre recomendamos que se cuente con un profesional de confianza que conozca a la persona en profundidad y esté cualificado para ayudarle en la gestión de la ansiedad.
La ansiedad en personas con autismo
Las personas con autismo a menudo experimentan niveles elevados de ansiedad debido a una variedad de factores propios. Entre estos factores se incluyen:
- Sensibilidad sensorial: Muchas personas con autismo tienen una mayor sensibilidad a los estímulos sensoriales, como luces brillantes, ruidos fuertes o texturas incómodas. Estos estímulos pueden ser abrumadores y desencadenar ansiedad intensa.
- Cambios en la rutina: La predictibilidad y la rutina son cruciales para muchas personas con autismo. Los cambios inesperados en su entorno o en sus actividades diarias pueden causar una gran ansiedad.
- Dificultades en la comprensión social: Las interacciones sociales pueden ser una fuente significativa de ansiedad para las personas con autismo. Las dificultades para interpretar señales sociales, entender las normas sociales y comunicarse eficazmente pueden hacer que las situaciones sociales sean estresantes.
- Procesamiento de la información: Las personas con autismo pueden procesar la información de manera diferente, lo que puede llevar a una sobrecarga cognitiva y, en consecuencia, a la ansiedad.
Comparación con la ansiedad en personas neurotípicas
Aunque las personas neurotípicas también pueden experimentar ansiedad, las causas y manifestaciones suelen ser diferentes. La ansiedad en personas neurotípicas a menudo está relacionada con factores como el estrés laboral, problemas en sus relaciones íntimas o familiares, preocupaciones financieras o eventos traumáticos. Si bien algunas de estas causas pueden coincidir con las de las personas con autismo, la intensidad y la naturaleza de la ansiedad pueden diferir notablemente.
Por ejemplo, una persona neurotípica puede sentirse ansiosa antes de una presentación en el trabajo debido al miedo al juicio social, mientras que una persona con autismo puede experimentar ansiedad extrema simplemente al entrar en una habitación con luces fluorescentes y ruidos de fondo. Además en el autismo hay unas crisis específicas conocidas como shutdown y meltdown que están estrechamente relacionadas con las crisis de ansiedad.
El shutdown autista
El shutdown autista es una respuesta interna a la sobreestimulación o a situaciones de ansiedad extrema debida a una sobrecarga sensorial o emocional. El shutdown se caracteriza por una desconexión emocional y/o física de su entorno. Las personas que experimentan un shutdown pueden parecer apáticas, retraídas, paralizadas o incluso dormidas. Esta respuesta es una forma de autoprotección que el cerebro utiliza para evitar una mayor sobrecarga sensorial o emocional. Durante un shutdown, la persona puede experimentar dificultades para comunicarse, moverse o realizar cualquier actividad que requiera un esfuerzo mental o físico. Algunos testimonios hablan incluso a una especie de parálisis del sistema nervioso. Es importante recordar que el shutdown no es un acto de voluntad, sino una respuesta involuntaria a una situación que resulta abrumadora.
El meltdown autista
El meltdown autista es una reacción intensa y visible a la sobrecarga sensorial o emocional extrema. Durante un meltdown, la persona con autismo puede experimentar la pérdida de control sobre sus emociones y comportamientos. Esto puede manifestarse a través de gritos, llantos, rabietas, autolesiones o ataques de ira. Los meltdowns son, en esencia, una forma de expresar que el sistema nervioso de la persona se ha sobrecargado y se libera en forma de "explosión emocional". Es importante recordar que los meltdowns no son rabietas convencionales, sino una respuesta a una situación que resulta abrumadora para la persona con autismo. En algunos testimonios nos han llegado a hablar de "sensación de descargas eléctricas internas que salen sin control a través de las emociones manifestadas".
Tratamientos para la ansiedad en el autismo
El tratamiento de la ansiedad en personas con autismo requiere enfoques específicos y adaptados a sus necesidades únicas. El tratamiento para la ansiedad en el autismo siempre tiene que venir de un profesional especializado.
Algunas estrategias efectivas incluyen:
- Terapia cognitivo-conductual (TCC) adaptada: La TCC es una forma de terapia que ayuda a las personas a identificar y cambiar patrones de pensamiento negativos. En el caso de personas con autismo, la TCC puede adaptarse para abordar sus necesidades específicas y enseñarles habilidades para manejar la ansiedad.
- Intervenciones sensoriales: Dado que la sensibilidad sensorial puede ser una fuente importante de ansiedad, las intervenciones que ayudan a manejar los estímulos sensoriales pueden ser muy útiles. Esto puede incluir el uso de auriculares con cancelación de ruido, gafas de sol o ropa cómoda.
- Estrategias de relajación: Técnicas como la meditación, la respiración profunda y el yoga pueden ayudar a reducir la ansiedad. Estas prácticas pueden ser especialmente beneficiosas cuando se incorporan a la rutina diaria.
- Apoyo farmacológico: En algunos casos, los medicamentos pueden ser necesarios para ayudar a manejar la ansiedad. Es fundamental que cualquier tratamiento farmacológico sea supervisado por un profesional de la salud con experiencia en autismo.
- Entornos predecibles y rutinarios: Crear un entorno predecible y estructurado puede ayudar a reducir la ansiedad en personas con autismo. Esto incluye mantener una rutina diaria consistente y proporcionar avisos anticipados de cualquier cambio.
Conclusión
La ansiedad en personas con autismo es una experiencia compleja y multifacética que difiere de la ansiedad en personas neurotípicas. Comprender estas diferencias es crucial para proporcionar el apoyo adecuado y desarrollar estrategias efectivas de manejo. Con el tratamiento y el apoyo adecuados, las personas con autismo pueden aprender a manejar su ansiedad y mejorar su calidad de vida.
Bajo nuestro punto de vista, creemos que los mecanismos básicos de prevención o mejora de la ansiedad deben contemplar siempre ejercicios de respiración profunda y rutinas lo más saludables posibles. Crear entornos adaptados y áreas de aislamiento o "refugios" pueden ayudar a bajar esos niveles de ansiedad diarios.
La ansiedad alta siempre debe consultarse con profesionales especializados para evitar perder el control de la misma y que lleguen consecuencias especialmente negativas.
No queremos cerrar el artículo sin aportar un ejemplo de un testimonio de gestión de la ansiedad en un autista que nos parece especialmente gráfico:
"Durante años se afrontó mi ansiedad como un Trastorno de Ansiedad Generalizado convencional. Vivía con constante miedo a todo lo que podía pasar, en una alerta continua y dándole vueltas eternas a todas las posibilidades que podían ocurrir antes de un evento. Recurrí a la medicación, y me explicaban que todas las previsiones que hacían, normalmente nunca llegaban a ocurrir y que el objetivo era dejar de hacerlas. Pero la medicación me causaba efectos extraños, a veces incluso un efecto paradoja que me llevaba a crisis aún peores.
Fue después del diagnóstico de autismo y de dar con un especialista tanto en autismo como en psicología clínica cuando empecé a mejorar. Me explicaron que mi necesidad de previsión y análisis de todo lo que podía pasar era normal en el autismo y que no tenía que dejar de hacerlo, sino que tenía que aprender a hacerlo mejor. Me costó meses de trabajo, pero me ayudaron a desarrollar una técnica donde no sólo le daba vueltas a las cosas, sino que además las escribía, esquematizaba y plasmaba en papeles. Para mi, el escribir en papel fue como una "luz en la oscuridad" y conforme escribo, mi nivel de ansiedad se desploma. Hay veces incluso que tras 10 minutos escribiendo sobre lo que me está desbordando, me acabo sintiendo hasta "tonto por la angustia sufrida" y por lo fácil que me ha resultado controlarla con este sistema. Todavía hoy en día tengo situaciones en las que preciso de cierta medicación para bajar mi ansiedad y descansar (sobretodo cuando pierdo el control del sueño) y sigo trabajando con mi psicóloga. Pero no tiene nada que ver con el pozo de pastillas en el que me llegué a meter. El conocer con precisión cómo funciona mi cabeza y cómo puedo trabajar conmigo mismo me ha ayudado muchísimo".
No queremos decir que esa solución personalizada sea buena para otras personas, pero sí queremos remarcar que es importante que el tratamiento sea específico y venga de un especialista en autismo y ansiedad en conjunto.