La inteligencia emocional (IE) se refiere a la capacidad de reconocer, entender y gestionar nuestras propias emociones, así como las emociones de los demás a través de la inteligencia. Aunque es un concepto muy popular y se considera crucial para el éxito personal y profesional, también presenta varios desafíos y críticas, especialmente en relación con las personas neurodivergentes.
Además, desde Vivencias Neurodivergentes creemos que es uno de los conceptos que se utilizan en la moda de la "auto-optimización" y la exigencia permanente con el que estamos especialmente en desacuerdo.
Excesiva generalización
Uno de los principales problemas de la Inteligencia Emocional es la excesiva generalización. Las personas neurodivergentes, como aquellas con autismo o TDAH, entre otras, pueden experimentar y expresar emociones de manera diferente a las personas neurotípicas. Los estándares que marcan los expertos en Inteligencia Emocional no consideran estas diferencias, lo que puede llevar a la exclusión y a la percepción errónea de que las personas neurodivergentes lo que son es "tontos emocionales".
La realidad es que la gestión emocional de una persona neurodivergente es muy difícil y por mucho que reciba charlas o cursos de "inteligencia emocional" no va a mejorar. La ayuda debe proceder de especialistas que sean capaces de entender sus rasgos cognitivos y le ayuden desde su realidad, y no desde el negocio del "coaching emocional".
Presión para sentir como dicta la Inteligencia Emocional
Las ideas de la Inteligencia Emocional pueden ejercer una presión indebida sobre las personas neurodivergentes para que se conformen a normas emocionales que no se alinean con su forma natural de ser. Esta presión puede resultar en estrés y ansiedad adicionales, afectando negativamente su bienestar mental.
Por ejemplo, se espera que todos muestren empatía de la misma manera, lo cual puede ser difícil para alguien con autismo que puede tener una forma diferente de procesar y expresar empatía.
Estigmatización y etiquetado
La inteligencia emocional también puede llevar a la estigmatización y al etiquetado de personas neurodivergentes. Si alguien no cumple con los estándares de la Inteligencia Emocional, puede ser visto como emocionalmente incompetente o insensible, lo cual es una percepción injusta y simplista. Este etiquetado puede afectar la autoestima y la confianza de las personas neurodivergentes, creando barreras adicionales en su vida personal y profesional. Si intentan buscar soluciones en este tipo de especialistas, pueden ahondar mucho más en sus problemas personales y sociales.
Ignorancia de las fortalezas de la persona
El enfoque en la Inteligencia Emocional a menudo ignora las fortalezas de la persona neurodivergente. Por ejemplo, alguien con TDAH puede tener una gran creatividad y capacidad para pensar fuera de la caja, pero puede ser juzgado negativamente por su impulsividad emocional. En lugar de valorar estas fortalezas, la Inteligencia Emocional puede centrarse en corregir lo que se percibe como “déficits”, lo que puede ser desmotivador y contraproducente.
Por nuestra experiencia, las mejores proyecciones vitales de las personas con neurodivergencia vienen de aceptar los problemas de su condición, comprenderlos y minimizarlos en lo posible, y potenciar al máximo las virtudes de su personalidad. Centrarse en buscar el equilibrio emocional a través de posturas dogmáticas y con graves carencias científicas es siempre contraproducente.
Conclusión
No nos gusta el concepto detrás de la "Inteligencia Emocional", y encontramos, en los casos de neurodivergencia que es una herramienta poco apropiada. Es frustrante, estigmatizante y por nuestra experiencia, ayuda realmente muy poco. Para una persona neurodivergente es fundamental aprender a gestionar sus emociones, pero debe ser siempre desde el trabajo especializado, conociendo bien su cognición y el funcionamiento de su cerebro, huyendo de "coachers" y "especialistas" en Inteligencia Emocional.